Hoy recordaremos a otro genio de los flamencos, en este caso hablamos de Brueghel y en concreto de una de sus grandes obras: El triunfo de la muerte.
(Breda 1525 – Bruselas 1569)
Llamado Pieter Brueghel o Brueghel el Viejo es uno pintores flamencos más importante del siglo XVI.
Reflejó fielmente la vida del pueblo flamenco y fue uno de los más grandes artistas de su época. En él, el gusto por la anécdota se da paralelamente a una amplitud compositiva y a un sentido estricto del ritmo y de la síntesis que subordina el detalle a la visión de conjunto.
Desde que contempló en los Alpes, con ocasión de su viaje a Italia, la naturaleza cobró en su obra un papel importante y a menudo se convierte en motivo principal, tratado de modo heroico. Brueghel representó los trabajos, los juegos y las luchas de los hombres, en contraste con la inalterable y suprema indiferencia de la naturaleza. Con esta visión panorámica del mundo, Brueghel ilustró un aspecto esencial del pensamiento humanista.
Inició su aprendizaje en el taller de Pieter Coecke, con cuya hija se casó años más tarde. Después de visitar Italia (1552-1553), realizó en Amberes algunos dibujos para el grabador J.Cock. Sus pinturas están fechadas y firmadas entre los años 1558 y 1568.
Las primeras obras de Brueghel recuerdan las fantásticas visiones del Bosco. La caída de los ángeles rebeldes en Bruselas es un claro ejemplo de ello. Otras se inspiran en el folklore y en los proverbios flamencos, así como en la vida campesina de su país. La serie de meses o estaciones (Los cazadores en la nieve, Viena; La siega del heno, Nueva York; La cosecha, Praga) muestran su genio de paisajista, que sabe conjugar la observación del detalle con la grandiosidad de los panoramas. Este mismo genio, poseído de un profundo sentimiento de lo trágico, se expresa en La parábola de los ciegos (Nápoles) y en Los mendigos (Louvre).
Hizo de las escenas populares uno de los temas principales de su pintura, como en El banquete de bodas, o La Kermesse, en las que el apetito proverbial de los flamencos le sirve de pretexto para desplegar todos sus esplendores coloristas: los sombreros rojos de los gañanes, las blancas cofias de las comadres, los grandes remiendos de los vestidos de criados y músicos, etc.
Sus relatos evangélicos transcurren en bellos paisajes de Brabante: El empadronamiento de Belén (Bruselas); Cristo con la cruz a cuestas; La matanza de los inocentes. Aunque su arte es fundamentalmente de inspiración popular y de carácter a veces humorístico, Brueghel fue en Flandes uno de los adelantados del Renacimiento italiano. Pero a la concepción del hombre formulada por el idealismo italiano opone la del hombre de carne y hueso, parte integrante del universo a menudo hostil o indiferente, como plasma en La tempestad en Viena o El misántropo en Nápoles. Se conservan unas 40 pinturas suyas. La mejor representación de su arte se encuentra en el Kunsthistorisches Museum de Viena (14 cuadros).
El Triunfo de la Muerte (en neerlandés, De Triomf van de Dood), es una de las obras más conocidas del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo. Es un óleo sobre tabla, pintado hacia el año 1562. Mide 117 cm de alto y 162 cm de ancho. Se exhibe actualmente en el Museo del Prado de Madrid.
Esta obra pertenece a la escuela flamenca del siglo XVI. Aunque es un humanista del renacimiento, en esta obra Pieter Brueghel enlaza con la tradición flamenca anterior, ante todo El Bosco, de quien fue un gran estudioso. Esta tabla del Prado recuerda a las obras de El Bosco, en su aspecto satírico y moralizante.
La influencia del Bosco se deja ver en la amplitud del cuadro, las múltiples escenas, pintadas con gran detalle, en las que se va representando las distintas formas en que la Muerte derrota a la vida. Es un cuadro que recuerda el tema medieval de las danzas de la muerte. Pero un simple vistazo a esta obra y su paralela de cien años antes, El Jardín de las Delicias, evidencia una diferencia fundamental: las hordas de Brueghel están compuestas por esqueletos, no demonios, lo que sugiere un pesimismo ateo no suavizado por ninguna creencia en un cielo.
Este cuadro es un paisaje panorámico de la muerte: el cielo en la distancia está oscurecido por el humo de las ciudades ardiendo y el mar que se ve al fondo está plagado de naufragios; en la orilla hay una casa, alrededor de la cual se está agrupando un ejército de muertos. El paisaje, anodino y arrasado, resalta la pequeñez, crueldad y falta de sentido común del hombre, que pretende rectificar un destino que le ha sido impuesto. Se alzan sobre este paisaje mástiles coronados por ruedas, picotas en las que se han ajusticiado a los criminales, cuyos cadáveres se balancean.
La cruz permanece solitaria e impotente en el centro de la pintura. La Muerte avanza con sus batallones de esqueletos, cuyos escudos son tapas de ataúd. Y hacia la derecha, se ve a la gente que huye hacia un túnel decorado asimismo con cruces, mientras un esqueleto a caballo va matando gente con su guadaña.
Por todo el cuadro se ve a los esqueletos atacando a los desamparados hombres, que huyen aterrorizados o intentan, en vano, luchar. No hay defensa posible. Los esqueletos matan a la gente de muy variadas maneras: cortando gargantas, colgándolos, ahogándolos, e incluso cazándolos con perros esqueléticos.
A la izquierda, los esqueletos conducen una tétrica carreta llena de calaveras que sin duda formarán parte después del ejército de los muertos. Detrás de ellos, la enseña de la cruz preside el tribunal de la muerte, que contempla impasible la hecatombe. Sobre ellos, unos esqueletos tocan la campana avisando del fin del mundo. Delante, en el extremo inferior izquierdo, yace el rey, revestido de su capa con vueltas de armiño y con el cetro en la mano. La pintura claramente representa a gente de distintos niveles sociales: desde campesinos y soldados hasta nobles e incluso reyes, todos atrapados por la muerte del mismo modo, en la temática medieval del poder igualatorio de la Muerte.
Un poco más hacia el centro del primer plano, un perro olisquea la cara de un niño, muerto en brazos de su madre, también caída. En esta parte central se ve que algunos cadáveres ya han sido amortajados y uno de ellos yace en un ataúd con ruedas.
La visión de Brueghel no carece de cierto humor sardónico, como puede verse en la parte inferior derecha del cuadro. En el extremo, una pareja de enamorados permanecen absortos e ignorando lo que les rodea. Detrás de la mujer, un esqueleto imita al tocador de laúd. Al lado de ellos, hay una mesa puesta con manjares y un juglar, con jubón ajedrezado, intenta esconderse debajo de ella. A su lado, un caballero hace ademán de desenvainar su espada, intentando defenderse de lo irremediable.
Como corresponde a un cuadro tan pesimista, los colores son sombríos.
La pintura resulta útil desde un punto de vista histórico, pues representa aspectos de la vida cotidiana europea a mediados del siglo XVI. Se representan con detalle las ropas, así como pasatiempos como los juegos de cartas. De manera única, la pintura muestra un método usual de ejecución para los criminales del siglo XVI: atado a una rueda sobre un palo vertical. Objetos como instrumentos musicales y los primeros relojes mecánicos, y escenas entre las que se encuentra una misa de difuntos proporcionan a los historiadores datos para entender mejor el estilo de vida de los años 1560.
Se ha sugerido que el cuadro fue inspirado por el empeoramiento del clima político antes de la Guerra de los ochenta años (que comenzó en 1568), aunque la pintura, en sí, es anterior a la guerra. Otra interpretación es que la pintura es una representación alegórica de los horrores de la guerra, como su Dulle Griet, también pintada en torno a 1562. Aunque su interpretación más clara es una simbología de la peste negra que azotó a Europa en el siglo XIV. Si bien se simboliza lo que es la peste negra. También en el cuadro se puede apreciar el paso entre la edad media o la crisis de los feudos, ya que en el cuadro se observa a la muerte amenazando a un hombre con corona, que podria ser un rey o representación del poder. Cercano a dicho hombre de corona, la muerte se encuentra merodeando un barril lleno de contenido de color dorado u oro, lo cual hace referencia al mercantilismo y lo que este conlleva.
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