sábado, 28 de marzo de 2009

Vanessa Mae

La vida de Vanessa-Mae se inicia en Singapur el 27 de Octubre de 1978. Hija de la señora Tan Soei Luang, una pianista clásica y abogada nacida en China (quien luego adoptaría el más occidental nombre Pamela) y del empresario hotelero tailandés Vorapong Vanakorn, la niña fue bautizada Chen Mei Vanakorn. Su primer acercamiento a la música, más allá de oír en casa el piano de su madre, tuvo lugar en el jardín maternal de Singapur, donde al igual que sus compañeros, fue incentivada a jugar con un piano.
Tras unas crisis matrimonial entre sus padres que acabó en divorcio, su madre se juntó con un abogado británico llamado Graham Nicholson, que residía en Singapur por cuestiones de trabajo y, al poco tiempo, el trío se mudó a Londres. La niña, por entonces tenía cuatro años y se ubicó con su mamá y su nuevo padre en el barrio de Kensigton, en el Londres occidental. Aquí también aparece la occidentalización de nombre, esta vez en la niña, que pasaba a llamarse Vanessa-Mae (el Mae debe pronunciarse Mei, lo que coincide con el segundo ideograma chino de Chen Mei).
Hasta los cinco años, Vanessa-Mae sólo había tenido contacto con el piano, en cuanto a prácticas musicales se refiere. Curiosamente, su madre jamás intentó encaminarla hacia la música. Más bien, sus aspiraciones para la niña se orientaban hacia la abogacía, que ahora compartía con su nuevo marido. En cambio, su padrastro sí influyó en la incorporación del violín al repertorio de actividades extracurriculares de la pequeña Vanessa que, dicho sea de paso, también asistía a clases de danza clásica.

Sucede que el señor Nicholson, además de abogado era violista y se ilusionaba con tener a su hija como acompañante. Así, Vanessa-Mae tuvo su primer acercamiento al violín a los cinco años, en la escuela, aunque todavía sólo como un juego.

Al poco tiempo los docentes creyeron ver en la niña un importante potencial y pidieron permiso a sus padres para hacerlo germinar. Los profesores pasaron de la escuela al domicilio particular de los Nicholson y la pequeña violinista comenzó a demostrar una evidente soltura con el instrumento, aunque sólo lo consideraba un hobby, un entretenido pasatiempo.

El tiempo transcurrió y las prácticas se hicieron más intensivas junto a lo cual la destreza de Vanessa-Mae creció desproporcionadamente lo mismo que su pasión por la música. Esos años la vieron cursando la escuela primaria en la Holand Francis School -una institución educativa para señoritas de lo más común- y acompañando a sus padres a conciertos y óperas. En este ambiente inusual, que combinaba lo mundano de una escuela normal y lo selecto y elitista de la música culta, se fue forjando en Vanessa-Mae un innegable apego por la música en general y por la música clásica en particular. Tanto fue así que a los ocho años decidió hacer de este arte el objeto de su vida. Comunicada la decisión a sus padres, Graham y Pamela (nombre occidental de su madre) multiplicaron sus esfuerzos y redoblaron su apoyo a la talentosa niña, que por cierto, había alcanzado un elevado nivel de destreza con el violín.
Para perfeccionar su técnica sus padres la enviaron al Conservatorio Central de China, en Beijing, donde tomó clases de violín con un prestigioso profesor local, el Sr. Lin Yao Ji. Además, aprovechando sus períodos en la tierra de sus ancestros, se inició en el estudio del idioma mandarín y elaboró trabajos prácticos para su escuela de Londres.
A los diez años sobrevinieron dos hechos que se convertirían en hitos de su vida: por un lado, sus papás le compraron un costoso violín fabricado por el luthier italiano Giusepe Guadagnini en 1761, cuyo valor oscilaba las 150.000 libras esterlinas. Por el otro, su primer concierto como solista acompañada por la orquesta London Philharmonia. Por entonces se oían las primeras voces que hablaban de "niña prodigio". Efectivamente, su precocidad musical y talento natural fue bien visto por el director del Royal College of Music, quien la admitió como alumna regular con tan sólo once años para tomar clases avanzadas con el profesor Félix Andrievsky. Era la más joven de todo el alumnado y sus excepcionales cualidades merecieron una frase que, para sus fans, es todo un símbolo: "una verdadera niña prodigio, como Mozart o Mendelssohn". Esta declaración del director de la institución, el profesor Michael Gough Matthews, fue más tarde relativizada e incluso ridiculizada por algunos críticos.

Hoy día, en mi opinión, podemos afirmar que es una de las tres personas que existen en el planeta que mejor dominan este difícil y costoso instrumento.
Una muestra de ello es la siguiente melodía aunque recomiendo que escuchéis muchas más de esta gran intérprete violinista.

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